Revista Producción
PRODUCCION Agroindustrial del NOA



PRODUCCION:
DEBATE SOBRE EL VALOR AGREGADO


Productos primarios.
Productos industriales.

Esta generación de argentinos todavía cree que la industria genera valor y el campo no. Se escucha a diario que, como la Argentina exporta cada vez más productos agrícolas, la economía "se primariza". Y queda flotando en el aire la idea de que eso de producir alimentos es una rémora del pasado a la que nos condena la división internacional del trabajo, que decidió que la Argentina sea un país pobre porque sólo es capaz de exportar comida.
Bajo esta concepción, hace medio siglo la sociedad decretó el acta de defunción del sector agroalimentario.
Entonces vino el sueño industrial, entendiendo por industria exclusivamente a lo que tenía sabor a acero.
Cualquier cosa que fuera.
El debate llegó al paroxismo hace dos décadas, cuando se instaló la dicotomía "Pucará o caramelos". El Pucará era el avión que habían desarrollado los diseñadores de la Fuerza Aérea, en un esfuerzo por incursionar en la más sofisticada de las tecnologías.
Nadie fue capaz de plantear "Pucará más caramelos".
Pero lo realmente grave es que la intentona se apoyó en la transferencia de ventajas comparativas de un sector como el agro (que además las iba perdiendo en la carrera de la competitividad internacional) hacia otros rubros "más dinámicos".
Entonces el campo perdió potencial. No dejó de crecer, pero lo hizo con una tasa mínima, y comenzó a ampliarse la brecha tecnológica con el mundo desarrollado. Las retenciones, el tipo de cambio elevado (para mantener salarios bajos que sostuvieran la competitividad industrial) y la inestabilidad alejaron al campo de toda posibilidad de seguir el tren de Estados Unidos y Europa, lanzados a un fenomenal incremento de la productividad de la tierra desde los años 40.
El modelo falló. El campo dejó de aportar divisas y la industria no pudo tornarse competitiva. Otros recursos naturales de la Argentina, como el petróleo, el gas, la minería, la pesca, los bosques, padecieron las consecuencias de la misma visión sesgada: "No son industrias".
Y entonces el cuello de botella pasó a ser, crónicamente, el sector externo. Cuando se acabó el oro del Banco Central, el modelo se siguió financiando con las retenciones, los sueldos de 70 dólares solo viables con alimentos baratos. Después apelamos a la deuda externa. Hasta que vino la hiper.
Pero lo peor es que el agro dejó de cumplir varios papeles clave, que ahora se perfilan con toda claridad: ser un poderoso factor de demanda de bienes industriales y constituir la base de un racimo de industrias altamente competitivas a partir de materias primas baratas y de gran calidad. La consecuencia de esto es la creación de empleo competitivo tanto en forma directa como indirecta. Veamos.
Durante años el gas se venteó (es decir, se dilapidaba en el aire) porque no había demanda. Era la única forma de liberar los pozos petrolíferos para la extracción. Uno de los usos más clásicos para el gas es la elaboración de fertilizantes nitrogenados. La agricultura moderna se basa en la utilización de fertilizantes, que han tenido un impacto dramático en la productividad de las cosechas en todo el mundo.
Mientras el campo pagaba retenciones, la fertilización era una técnica marginal. Cuando con la convertibilidad el agro se equiparó a todos los sectores de la economía, vino el boom de los abonos. Pero como no había producción nacional (solamente se elaboraban 150.000 toneladas de urea en una planta muy protegida) hubo que gastar millones de dólares en divisas para importarlos. El año pasado se introdujeron 1,5 millón de toneladas.
Diez veces más que el consumo de 1988.
Recientemente YPF puso de nuevo sobre la mesa el plan Mega, un programa petroquímico en el que se incluye una inversión de 600 millones de dólares en una gran planta de fertilizantes. Está asociada con la canadiense Agrium y Pérez Companc. Ambas ya tienen centros de servicios y están abriendo otros en toda la pampa húmeda. El proyecto tiene el éxito asegurado: además de la fuerte demanda interna, será internacio-nalmente competitivo por su escala y la abundancia de gas.
Es una expresión de lo que puede hacer el campo como dinami-zador industrial "río arriba". El trigo, al que algunos todavía perciben como una "materia prima", es cada vez más gas con valor agregado. Hay una línea de montaje coordinada por el chacarero, en la que confluyen semillas, maquinaria, gasoil, herbicidas, fungicidas, insecticidas. Cientos de fábricas y talleres generan un imponente racimo industrial que hubiera podido consolidarse mucho más con un agro no discriminado. Y hoy estarían más fuertes para afrontar la competencia de los equipos importados, muchas veces de tecnología superior porque se diseñaron en países que potenciaron la demanda del agro.
Hace poco se conocieron los indicadores de la evolución industrial. Creció nada menos que un 8% en julio, y hace dieciséis meses que marcha para arriba.
Crecen todos los rubros. Pero el que encabeza el ránking es el de agroquímicos. Entre éstos se encuentran los de última generación, producidos en plantas recién instaladas, que apuntan tanto a nuestro mercado como al internacional.
Río abajo viene toda la cadena de elaboración que se pueda imaginar. Desde la poderosa industria aceitera, que transforma el poroto de soja y la semilla de girasol en aceites (Argentina es líder mundial) y harinas proteicas (segundo puesto). El complejo oleaginoso exportará este año por 4.500 millones de dólares, casi todo industrializado, y sigue inaugurando plantas a diario.
Ahí está también la industria molinera, las fábricas de pastas y de galletitas, los fabricantes de balanceados. Y enganchados con ellos, las granjas avícolas y los tambos. Un entretejido en el que un segmento agrega valor al otro, y muchas veces no se distingue (ni es lo que importa) cuál está antes en la cadena.
La lechería mueve 5.000 millones de dólares en el mercado interno, juega un papel clave en la dieta de los argentinos y ya exporta por 200 millones. En cinco años la Argentina será el mayor exportador de lácteos del mundo. Y en el rubro aparecen este año apellidos de industriales que vienen de otros rubros y ahora apuestan a los alimentos. Macri compró La Lácteo, Soldati está en La Paulina, y siguen las inversiones de afuera (Danone, Nestlé, Parmalat, Bongrain). La Serenísima duplica su capacidad de producción.
Hay un boom con el algodón (un tema no menor al analizar porqué ganó la Alianza en el Chaco), en plena reconversión tecnológica y expansión territorial, con nuevos actores. Se instalaron en los dos últimos años varias desmotadoras de última tecnología, en otra manifestación del sector como factor de demanda industrial. Nadie crece en el mundo tanto como la Argentina, al igual que con el arroz. El arroz motoriza al litoral, con enormes inversiones en represas, equipa-miento, molinos arroceros, mueve miles de camiones y centenares de cuentas bancarias.
En el debate de hace medio siglo, el dirigente radical cordobés Amadeo Sabattini planteaba un modelo de desarrollo basado en la explotación moderna de los recursos naturales. Una idea que hoy navega hacia todos los mercados del mundo.

Por Héctor A. Huergo
Fuente: Clarín Rural








Copyright © Revista Producción - InterNet Tucumán - Todos los Derechos Reservados



produccion
Revista Produccion - Producciones - Editorial - Contacto - NOA - tucuman - salta - santiago del estero - catamarca - jujuy