Revista Producción
PRODUCCION Agroindustrial del NOA




CAPACITACION:
EL PRODUCTOR EN EL SIGLO QUE VIENE

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Difícil tarea la de imaginar a los agricultores del siglo XXI. O mejor dicho, a nuestros futuros agricultores, ya que como van las cosas habrá en el mundo productores cuya función será "preservar el ambiente y el paisaje" -los europeos, si siguen con los subsidios y triunfa la "multifuncionalidad"- y otros que seguirán dependiendo de su competitividad para subsistir.

LA CAPACITACION, ASOCIADA DEL EXITO
Resulta sencillo prever, por el contrario, la importancia creciente de la tecnología y el "bombardeo informativo" al que estarán expuestos los hombres del campo. Agricultura de precisión, aplicaciones biotecnológicas, mecanización e informatización, son sólo algunas de las nuevas avenidas tecnológicas que acelerarán la oferta de innovaciones y las opciones productivas.
Ya no será cuestión simplemente de elegir la rotación entre 4 o 5 cultivos tradicionales sino que se multiplicarán las alternativas para cada actividad. Se podrá sembrar maíz Bt para el mercado de "comodities" o bien producir bajo contrato maíz certificado NGM ("no genéticamente modificado") o maíz para la industria de plásticos.
Cada opción tendrá su propio paquete tecnológico y su mercado, con lo cual los aspectos a evaluar antes de decidir un plan de siembras serán infinitamente más complejos. Ni qué hablar de las estrategias comerciales, a las que son tan poco afectos nuestros agricultores. estas innovaciones, clave para mantener la viabilidad del negocio, ¿estarán disponibles?. ¿O existe riesgo de que la creciente dominancia privada -en particular transnacional- en la generación tecnológica pueda imponernos barreras?
Personalmente imagino que no debería haber problemas. Por un lado, el agro argentino es un mercado de tamaño importante y ningún proveedor de insumos deseará quedarse afuera. Por el otro, el marco regulatorio y la apertura económica vigentes en esta década han probado ser un estímulo a la productividad, y difícilmente sean cambiados "para peor".
En lo comercial, el "productor siglo XXI" deberá ser tan dedicado como en lo productivo.
Ello demandará un manejo integral, que ya no podrá limitarse solo a lo productivo. Asimismo, seguramente veremos nuevas formas de integración en la cadena agroindustrial, dedicadas a la exportación y promoción comercial de sus productos. La escala productiva y comercial será otra característica del agro futuro, por la reducción de costos unitarios que conllevan la mecanización y la informatización.
Seguramente veremos una aceleración de la tendencia creciente en el número de grandes empresas agropecuarias, por la dinamización de grupos preexistentes y por la creciente participación del capital financiero en emprendimientos productivos. Este fenómeno ya comenzó en los 90 y es similar en otros países de economías estables.
Las ventajas de la escala pondrán fuerte presión sobre el segmento de "agricultores comerciales medianos y chicos", es decir, los cerca de 150.000 productores que no son ni minifundistas ni grandes.
Al respecto se ha observado en los últimos años un proceso dual: por un lado, el debilitamiento de las estructuras cooperativas; y por el otro, la aparición de formas asociativas "espontáneas" y una fuerte respuesta a programas de apoyo como Cambio Rural.
Sin duda el perfil social de los agricultores del próximo milenio va a depender en gran medida de la capacidad de generación de nuevas formas asociativas, que permitan a las empresas de mediana dimensión acceder a las mismas ventajas que las grandes firmas. Es un área donde el papel inductor del Estado resultará clave. Hasta aquí, "tecnología", "información", "escala" parecen las palabras clave. Sin embargo, ¿quién tomará las decisiones?. ¿Quién articulará la multiplicidad de variables por venir?. Pareciera una gran paradoja, pero no caben dudas de que en el futuro el factor humano y su capacidad pasarán a ser más que nunca el factor limitante.
A pesar de la automatización, la complejidad creciente del negocio agropecuario lo hará más dependiente del agricultor, sin dudas mucho más que cuando la cuestión era simplemente sembrar y que "Dios fuera argentino". Esta revalorización del factor humano no es un arrebato sensiblero y voluntarista. Es una realidad para todas las actividades y ha influido fuertemente las concepciones de manejo empresarial en los últimos años. Tampoco es algo simple e "indoloro": se trata de que la capacitación y calidad de los recursos humanos estará asociada al éxito o a la posibilidad de mejorar los niveles de bienestar. A las puertas del milenio, en plena revolución tecnológica, la educación y capacitación de nuestros agricultores aparece como el factor clave para imaginar el futuro con optimismo.
El desafío es enorme.
Son muchos años de demora que se deben remontar. Y es una gran responsabilidad para todos: Estado, entidades y productores. Seguramente el nuevo milenio nos encontrará estudiando.

Por Félix Cirio
Consultor privado
Ex subsecretario de Alimentación y Mercados


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