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Sep/Oct 2008


Nota Técnica

Por aire o por tierra

De algún lado debe llegar la solución para cuidar los cultivos

Las ventajas de la aeroaplicación son conocidas: pueden hacerse grandes extensiones en poco tiempo, no generan pérdidas por pisoteo y además, las condiciones de piso no impiden la aplicación. Todas variables que el productor deberá poner en la balanza a la hora de decidir entre pulverizadora o aeroaplicador.
Hoy la aeroaplicación tiene diferentes usos. En general, durante diciembre se aplican herbicidas, en enero, fungicidas y, en enero-febrero, los insecticidas. Si se comparan los precios, es claro que el sistema terrestre es más barato. Por ejemplo, en fungicidas, una aplicación aérea de 15 litros cuesta, en promedio, u$s 7 la hectárea mientras que una terrestre a 150 litros por hectárea ronda los u$s 5,5 y 6. Pero el dinero no es todo. Si lo que se busca es ahorrar tiempo, el aeroaplicador es de gran ayuda. Hay que tener en cuenta que con un avión pulverizando 10 lt/ha pueden cubrirse 20 hectáreas en 10 minutos, mientras que esa misma superficie con un equipo terrestre -que arroje 100 lt/ha y circule a 11 km/h- puede demorar una hora y 10 minutos. En ese cálculo coincide el ingeniero agrónomo Pedro Leiva, investigador del INTA Pergamino y el piloto cordobés Gerardo Alleman, con más de 30 años en la profesión.
Claro que la rapidez de la aeroaplicación dependerá también de la forma del lote. "Cuanto más largo y angosto es, más fácil y rápido será el trabajo", aclara Alleman.
A la hora de encontrar ventajas, el ingeniero agrónomo y especialista Alberto Etiennot destaca que el paso del avión produce un movimiento del follaje que favorece la penetración de las gotas asperjadas, permitiendo llegar a partes bajas de las plantas. "Este movimiento de la masa foliar está en función del tipo de avión y de la altura de vuelo", advierte.
Otras veces sucede que el ahorro de tiempo no es una opción y se convierte en una necesidad. Ese es el caso de los lotes de soja afectados por Roya. Ante esa situación, la ventana de aplicación se reduce a sólo cinco días y no hay mucho tiempo que perder. Con esa cuenta regresiva sobre los hombros, el avión garantiza rapidez en la aplicación. Pero además, la aeroaplicación redunda en un ahorro de dinero para el productor. Según el trabajo "Novedades en tecnología de aplicación de fungicidas en el cultivo de soja", elaborado por el INTA Pergamino, la pérdida del rendimiento de soja por tránsito de la pulverizadora estimativamente es de 90 kg/ha, que equivalen a $ 90 por hectárea, o sea aproximadamente u$s 30/ha. En promedio, el trabajo del INTA establece que, con las aplicaciones terrestres se pierden 3% en los rindes si se trata de cultivos altos, densos y cerrados. La ecuación que deberá tener en cuenta el productor para elegir entre la aplicación terrestre o aérea es que a menor espaciamiento entre cultivos, mayores pérdidas.
Otra de las ventajas que presenta la aeroaplicación es la tecnología de punta, que ayuda tanto a los pilotos como a los productores. Hoy es cada vez más común ver los aviones equipados con banderilleros satelitales, una herramienta que permite programar el ancho de franja de cada pasada. "Marcamos un surco virtual que lo vemos en una pantalla de LCD", cuenta el piloto Alleman. Luego, gracias a las coordenadas que brindan los satélites -se usan entre 7 y 9 satélites guía- los pilotos saben donde realizaron la pasada y donde no. Así se evita la superposición de franjas. Hoy además los banderilleros satelitales realizan un mapa del trabajo hecho que el piloto puede entregar al productor como prueba de su trabajo.
El experto en agricultura de precisión del INTA Manfredi, ingeniero agrónomo Mario Bragachini, cuenta que "la mayoría de los aviones tienen banderilleros satelitales". A manera ilustrativa, el año pasado la empresa Sylcomp vendió 30 banderilleros y computadoras interactivas para aviones aplicadores.
Con esta tecnología en boga, sólo los productores más veteranos recordarán la imagen del banderillero manual, que no era más que una persona que con una bandera en alto, servía de referencia para que el piloto supiera por donde ya había hecho una pasada.
Además del banderillero satelital, el productor también puede echar mano a las tarjetas sensibles para verificar que las gotas de aspersión hayan impactado en el cultivo. Se trata de unas tarjetas amarillas que se ponen sobre los cultivos y se tiñen de gotas color azul cuando recibieron aspersión.
Para que una aplicación aérea sea eficiente -cuando aplica fungicidas en soja- se deben considerar suficientes entre "14 y 7 impactos por centímetro cuadrado en los límites superior e inferior del tercio medio del follaje", según consigna un trabajo del INTA Pergamino. Para lograr esa cobertura, el volumen del caldo debe ser de "15 litros por hectárea de agua como dispersante o el reemplazo de 2 litros por aceite cuando hay baja humedad relativa". Es decir, 13 litros de agua más 2 de aceite.
Claro que no sólo cuentan la cantidad de gotas, sino también su tamaño. "Debe tener entre 50 y 500 micrones ya que de esa forma se evita la contaminación ambiental", explica el piloto Alleman.
Para Etiennot, a fin de evitar la contaminación ambiental, el tamaño de las gotas debe oscilar entre los 150 y 400 micrones. "El límite inferior establecido es para evitar que las gotas muy pequeñas sufran el efecto de la evaporación (no nos olvidemos que se está analizando un cultivo de soja), y el límite de gotas más grandes es para permitir que las plantas retengan el mayor porcentaje del asperjado", explica.

Por: Hernán Guzzetti
Fuente: Revista Anales de la
Sociedad Rural Argentina,
Año CXLI, Nº 1, Marzo de 2008

Esta nota fue publicada en la página Nº 69 de la edición digital de la revista de Septiembre / Octubre 2008.







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