GANADERIA:
NUEVO HORIZONTE PARA LA CARNE
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El 25 de agosto de 1997 se convirtió en un día histórico para la ganadería y la industria frigorífica argentinas.
Después de más de 60 años de veda por la fiebre aftosa, nuestras carnes frescas retornaron al mercado norteamericano, donde ya tuvieron una buena acogida entre los especialistas en gastronomía que degustaron el producto -una pequeña partida cuyo ingreso se aprobó con carácter de excepción y fines promocionales- en la reciente feria de restaurantes y hoteles de Chicago. La cuota de 20.000 tn asignada por los Estados Unidos a la Argentina representa menos del 0,2 por ciento de la oferta de carnes de aquel país y sólo el 2 por ciento de sus importaciones.
El Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, al analizar el impacto económico de la importación, consideró que generará un beneficio de 90 millones de dólares anuales a los consumidores de ese país por una reducción del 0,2 por ciento del precio mayorista.
Quienes sufrirían algún perjuicio serían los ganaderos, que en su conjunto soportarían una pérdida estimada en 40 millones de dólares. En definitiva, el balance dejaría un resultado favorable a los Estados Unidos superior a los 48 millones de dólares. Para la Argentina, los resultados numéricos son difíciles de calcular. Los precios internacionales no son demasiado atrayentes hoy para la industria, que enfrenta además un aumento del precio de su materia prima por razones que la mayoría de los expertos consideran estacionales. Las 20.000 tn. del mercado norteamericano son relativamente poco significativas, ya que representan poco más del 4 por ciento sobre las 470.000 toneladas exportadas el año último.
De todos modos, la apertura de aquel mercado aporta un valor agregado a futuro de gran importancia, ya que con la caída de la barrera sanitaria de ese país se van diluyendo los argumentos del mismo tipo contra nuestras carnes que aún pesan en otros mercados. Sobre todo, los del área Asia-Pacífico, que son los que en los primeros años del próximo milenio registrarían una explosión de la demanda de la cual la Argentina espera obtener buenos beneficios.
Muchos productores rurales bonaerenses sienten que les han clavado una espina en el corazón. Después de reclamar las entidades agropecuarias por una cuestión de interpretación legal sobre los valores del revalúo inmobiliario de Buenos Aires, el secretario de Ingresos Públicos de la provincia, Ricardo Cossio, les dio finalmente la razón y aplicó como año base para el cálculo 1995.
Pero, tras cartón, y sin consultar a las entidades, según cuentan dirigentes, decidió que para determinar el valor óptimo de cada zona se tomase el ciento por ciento del valor de mercado en lugar del 80 por ciento al que la provincia está obligada por el Pacto Fiscal.
Y para colmo, cuando los valores que surgen de esa metodo-logía le parecen bajos, el propio Cossio los corrige hacia arriba. Hay comisiones a las que se han llevado ahora valores hasta un 50 por ciento mayores de los que se discutían antes, con la metodología que tomaba como base el año 96. Las entidades consideraron los nuevos valores propuestos como arbitrarios y carentes de base jurídica y técnica.
Hay dirigentes que califican como "un cocoliche fiscal" lo que está resultando del revalúo, ya que habrá zonas que tendrán valores según el año base 95, otras con el 96, y un tercer grupo de lo que se denomina "la base 95 más Cossio".
Los presidentes de la S. R. A. y de Carbap señalaron sus objeciones y pedirán una solución política que sea debatida con los representantes de la producción.
No se descarta que si no hay rápidas respuestas de parte de las autoridades bonaerenses se produzcan protestas para llamar la atención sobre esta cuestión, que no deja de ser otra vuelta de tuerca sobre los bolsillos de los productores afectados.
Carlos Correch - La Nación On Line
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