Revista Producción
PRODUCCION Agroindustrial del NOA




ENTREVISTA:
DR. RODOLFO GERONIMO TERAN
"En época de crisis
hay que mejorar la calidad"

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Cumplió hace pocos días (el 30 de setiembre) sus primeros espléndidos 82 años, mientras aguarda la llegada de su 38º nieto. Pero el doctor Rodolfo Gerónimo Terán -de él hablamos- no es el "tipo" de octogenario que se dedica simplemente a ver pasar la vida.
Por el contrario, es todo dinamismo y proyección. Planea cómo incrementar sus cultivos de caña y citrus, al tiempo que expresa "en época de crisis como la actual, en vez de disminuir los costos de cultivo hay que aumentarlos, porque si a la crisis general le sumo la propia de productor, entonces seguro que pierdo. Hay que expandirse, no contraerse, mejorar la calidad, para oponerle un pecho fuerte a la adversidad".
El doctor Terán, que fue casi 15 años consecutivos presidente de CACTU (Centro de Agricultores Cañeros de Tucumán), se prestó gustoso al diálogo con PRODUCCION, rememorando su experiencia de agricultor y dirigente.

¿Cómo se inició en la actividad cañera?.
Mi padre y yo entramos a la actividad azucarera por circunstancias fortuitas. En el caso de mi padre, él tenía en Los Ralos lo que hoy sería un supermercado -entonces se lo llamaba almacén de ramos generales- y quebró por el llamado efecto no querido por las leyes. Ese instrumento jurídico fue la ley de pago obligatorio en moneda nacional. En aquellos tiempos, era una realidad el pago por libreta de apuntes, con la cual el obrero atendía sus necesidades, y el ingenio en cada pago retenía el importe correspondiente. Cuando se dicta la ley mencionada, allá por los años 20, el trabajador dijo que le habían retenido y no pagó, y el ingenio sostuvo por su parte que no había retenido y tampoco pagó. Entonces el que sí pagó, pero las consecuencias, fue mi padre, que quebró. Tuvo que convertirse en agricultor de la noche a la mañana, y hacerse cargo de una estancia de mi abuelo en Burruyacu.
Lo mío fue distinto. Todavía no concluía mis estudios de Abogacía, cuando enfermó mi padre, que era como dije quien manejaba la parte agrícola. El diagnóstico del médico que lo atendía fue desgraciadamente el más certero que he visto nunca: "tiene cáncer -dijo- y le queda un año de vida". Exactamente un año y un día más tarde moría mi padre.
Nosotros éramos cuatro hermanos varones. Uno vivía en Buenos Aires, el segundo era sacerdote, el tercero trabajaba prácticamente las 24 horas del día en un ingenio, de modo que sólo quedaba yo. Me encargué de las tierras familiares unos 15 años, hasta que se hizo la división final. Mis estudios primarios los realicé en una escuela de campaña del ingenio Los Ralos donde vivía junto a mis padres y 7 hermanos. Pasé toda mi infancia entre cañaverales, de modo que la actividad era conocida para mí. Pero una cosa es conocerla, y otra muy distinta dominar sus secretos. Tuve la suerte de contar con el auxilio de dos empleados fieles de mi padre que, a su muerte, me hicieron conocer al dedillo todo lo relacionado con el cultivo de la caña.

¿Sus hijos son también agricultores?.
No, pero la continuidad familiar está asegurada porque dos de mis yernos son ingenieros agrónomos, y tengo dos nietos que cursan estudios de ingeniería agronómica.

¿Siempre vivió la actividad cañera estas crisis recurrentes?.
En efecto. Son casi crisis permanentes, que van cerrando el horizonte, porque cada crisis que se supera, es paradójicamente como una posibilidad menor de recursos para afrontar las futuras. Se van extremando las dificultades, cada crisis que se supera deja agotado al productor por el esfuerzo hecho para capearla. Y la reiteración de crisis ha ido cerrando horizontes en Tucumán. Hemos cambiado regímenes azucareros, tuvimos la ley que rigió muchos años la actividad y estableció el cupo azucarero, por el cual se otorgó a cada productor cañero derecho a producir una cantidad determinada de kilos de azúcar con su producción. Fue un modo de limitar la producción, evitando que se expandiera demasiado, con el riesgo económico consiguiente para la solidez del proceso.
Los cambios políticos y económicos del país provocaron que, de una economía dirigida se pasara a otra abierta. Tenemos que luchar con la producción azucarera brasileña que, además de estar fuertemente subsidiada, cuenta con condiciones ecológicas más favorables que las nuestras para este cultivo, no olvidemos que ellos tienen clima netamente tropical, con mayores temperaturas, luminosidad y ciclos de lluvias, mientras nosotros somos subtropicales.

¿Cuál es a su juicio la situación actual de la actividad cañera?.
La historia azucarera se hace a fuerza de golpes, reiteraciones y mejoras. Afirmo categóricamente que la actividad azucarera de nuestra provincia -no obstante todos los problemas- se encuentra a un muy buen nivel internacional. Las cifras no las manejo muy bien, recuerde que hace varios años he dejado la actividad dirigencial, pero creo que los niveles de producción en cuanto a kilos de azúcar por hectárea, están entre los mejores 10 del mundo. Digo esto porque no faltan quienes sostienen que los tucumanos no somos eficientes en la producción y eso es una falacia tremenda. Las últimas cosechas lo certifican.

¿El gran rival es Brasil?.
Sí, al caer el programa de alcohol en Brasil, se quedaron con millones de litros sin ubicación; al descender el consumo de alcohol, se dejó de producir éste, y ese esfuerzo se trasladó al azúcar. La cantidad de azúcar obtenida excede largamente las posibilidades de consumo, y entonces los brasileños invadieron el mercado mundial con azúcar a precio de subsidio. Todos sabemos que si se vuelcan millones de toneladas al mercado, el precio baja en picada.
Pero... qué le vamos a hacer. Toda la actividad agrícola es azarosa, no olvidemos aquella frase de que el agricultor es el único que trabaja 5 años para cosechar uno. Vive con la mirada puesta en el cielo, pidiéndole a Dios que llueva o que no llueva, que no hiele, que salga el sol, etc.

Hay voces agoreras que marcan una especie de principio del fin de este cultivo...
Eso no va a suceder. Tucumán es caña, Tucumán es azúcar. Nuestra provincia cuenta con zonas óptimas para la producción de caña, y hoy produce más del 60% del azúcar del país, en esas zonas no desaparecerá el azúcar, porque eso sería un pecado mortal.
Las que sí cambian, claro está, son las condiciones de cultivo. La tecnología ha hecho variar notablemente las cosas. A Tucumán llegaban en cada zafra unos 40.000 trabajadores de provincias vecinas, cosa que no ocurre en la actualidad, cuando con unas 170 grandes máquinas se voltea, despunta, troza y carga la caña para llevarla hasta el ingenio. La mano de obra ha desaparecido en forma impresionante, lo cual le quita a la producción la enorme gravitación social que tenía, conservada sólo en parte por ser el cultivo más difundido en la geografía provincial.
Pero qué se le va a hacer, es un costo social que produjo la mecanización, aunque no debemos olvidar que los países más altamente mecanizados son los de mejor nivel de vida. Entonces, ¿es buena o mala? Cada quien tiene su respuesta.

Usted mencionó aquellos tiempos pasados del cultivo de la caña, ¿recuerda alguna anécdota de esa época?.
Recuerdo todavía una plaga llamada de carbón, que exterminó los cañaverales de toda la provincia, fue una cosa atroz.
Del brote guía salía una espiga de carbón, que afectaba el proceso radicular, y terminaba por secar la planta o producir una limitación muy grande en su rendimiento. Hubo que cambiar todos los cañaverales, y entonces el banco Nación dio un crédito para replantar. Cuando salió el crédito, nos llamaron a todos el mismo día, de modo que ya pueden imaginarse las colas espantosas. Después se solucionó, las autoridades del banco se dieron cuenta de que se habían equivocado, y solucionaron el problema al llamar por número de documento, por zonas, etc.

¿Cuánto tiempo fue presidente de CACTU?.
Casi 15 años, desde 1972 a 1986, después seguí integrando el Consejo y retomé algunos meses la presidencia, hasta dejar finalmente el lugar a gente más joven.

En su vida de productor usted no solamente se dedicó a la caña...
Yo busqué la conversión de la actividad, pero no encontré en su momento un asesoramiento que me sirviera, de los propios técnicos oficiales. Intenté hacer olivo pero no se dio. Hasta que me incliné por hacer citrus, respecto del cual sólo me pesa haberlo hecho 10 años más tarde de lo que debía por un consejo mal dado de un técnico, que me dijo que la zona (Burruyacu) no era apta para el citrus. ¡Cómo no va a ser! Es una zona de buena defensa biológica contra las plagas, de manera que allí no sólo planté los citrus, sino que incrementé posteriormente esa plantación, y estudio hacerlo nuevamente ahora.. Como es una zona en la que no abunda el agua, corrí la aventura de llevar a un rabdomante, quien con la varita me indicó el lugar que consideraba excelente para hacer un pozo.
Créase o no, le atinó perfectamente, allí encontramos agua en abundancia..

La crisis actual, ¿es la peor de todas?.
No se si la peor, pero es verdaderamente dramática.
Muchos cañeros chicos y medianos tendrán que desprenderse de sus propiedades, o si subsisten va a ser gracias a una complementación entre la fábrica y el cerco.

¿Qué se puede hacer para superar esta situación?.
Alguna vez tenemos que ponernos de acuerdo los tucumanos.
La dirigencia -y me incluyo porque he sido dirigente- se obnubila un poco por el problema económico de su sector, olvidando que el todo es mayor que la parte, y que de la salud de ese todo depende la salud de la parte.
Para que andemos bien, es la actividad la que debe funcionar bien. Si no colaboramos entre todos, nada funcionará como debe ser.

Por Ernesto Cepeda de Producción

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