Revista Producción
PRODUCCION Agroindustrial del NOA




Historias de vida:
Higos de Tucumán y para el mundo

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Encarnación Elisa Pérez de Kasem irradia vitalidad cuando habla de su singular emprendimiento, la producción de higos en Tucumán, que acometiera hace 9 años desde cero y que piensa expandir en el mundo entero a corto plazo. La tarea no es fácil, y ella misma confiesa que hasta ahora los números del debe superaron ampliamente a los del haber, pero eso no la arredra. ¡Cómo habría de ser, si ella, que fuera galardonada hace un par de años entre las mujeres tucumanas distinguidas, ex directiva del Colegio de Farmacéuticos de su provincia, fundadora de la Cooperativa Farmacéutica, confiesa enorme amor por el campo y por su tierra, y no se cansa de repetir que, con voluntad, siempre se puede obtener lo que se quiere!.

¿Cómo fue su infancia?.
Soy campesina de alma. Mi padre, que era andaluz, poseía un campo en Macomita, Burruyacu, donde pasé toda mi infancia y aprendí a amar, de una vez y para siempre, a nuestra tierra.. No obstante, los estudios primarios los realicé en la ciudad, porque mi madre entendía que era mejor la educación que aquí se impartía. Al terminar el 6º grado retorné al lugar, donde vivía pendiente del maíz, del maní, anco y zapallo, que eran por entonces los cultivos de la zona.
Me casé muy joven, a los 17 años y, cuando tenía ya dos hijos, uno de 5 años, el otro de 1, se presentó la oportunidad de trabajar en la Casa de Gobierno.
Yo no tenía más que la instrucción primaria, concluída muchos años antes, tantos, que me había convertido en poco menos que analfabeta, perdida absolutamente la mecánica de la escritura. No quería ser un parásito del Estado, de manera que no acepté el ofrecimiento que le formularan a mi padre para mí, y aquello fue como una bofetada de la realidad: tenía que volver a estudiar. Le comuniqué a mi madre y a mi esposo, que quería seguir Farmacia, y agradezco enormemente que no se rieran de mí, sino que por el contrario, me apoyaran. Empecé a estudiar el secundario con 28 años, y 8 años después era maestra, recibía mi título de farmacéutica y, por añadidura, tenía otro hijo.

¿Qué hizo entonces?.
Puse de inmediato la farmacia, que estaba ubicada en Santiago y San Miguel, donde permanecimos unos 20 años, para pasar luego al local propio, en San Miguel y Corrientes. Yo había estudiado sin pausas, día y noche, durante 8 años. Sentía que los bancos y la secretaría de Agricultura tenían la obligación de ayudarme, por lo que no dejaba de "hincharlos" para conseguir crédito.
Finalmente lo conseguí, y debo decir que todo lo que daba la farmacia, iba para el campo. Fíjese que muchas veces venían los obreros pidiendo gasoil que se necesitaba, y yo no tenía un peso. Entonces los hacía sentar "hasta que llegara una receta". Felizmente siempre caían algunas, y con ese dinero se pagaba el combustible.

¿Cómo fue que llegó el tema de los higos?.
Esta es historia más o menos reciente. En una oportunidad llegaron colegas de Buenos Aires a dar una conferencia sobre "Aromáticas" para exportar. Me entusiasmó la exposición, ví la posibilidad de producir mentol en mis campos, y me puse en marcha.
Fuí a todas las autoridades agronómicas, y a la Universidad, para pedir asesoramiento. Finalmente los expertos me dijeron que la humedad de Tucumán no favorecía la idea del mentol, por lo que me desplegaron otras tres posibilidades, entre las cuales figuraban las higueras. Lo consulté con mi hijo Oscar, ingeniero agrónomo, y él me instó a emprender la tarea.
Fuimos a Catamarca, obtuvimos las plantas y comenzamos el cultivo en 1991, tras plantar 10.000 estacas. Hoy tengo 10.000 plantas en producción, distribuídas mitad y mitad en dos campos que están ubicados uno en San Andrés, y el otro en Virginia, a unos 60 kilómetros al este de la capital tucumana.

¿Cuál es la producción promedio por planta?.
Cada planta de higuera tiene unas 24 ramas, y esa planta, a los 4 años de plantada da unos 20 kilogramos de fruta.

¿Cómo se paga el kilo de higos?.
En Europa entre 4 y 5 dólares, entre nosotros a $2.50.

¿Usted cree que éste puede ser un buen negocio?.
Estoy segura. Tengo conexiones en Europa, ayer justamente llegó un sobrino mío de Europa que llevó el producto para mostrarlo allí, y me dijo que quedaron muy satisfechos con la calidad del producto. Hago higos en almíbar, y subproductos como bombones de higos con nueces, bañados en chocolate y colaciones que vendo actualmente para el turismo, pero hay que hacer valor agregado, es lo que siempre me dijo mi padre, y ahora tengo la oportunidad de hacerlo. Necesitamos que los políticos nos abran mercados para exportar nuestros higos al mundo. No quiero el fruto para venderlo en el mercado.

¿Cómo respondió la sociedad?.
Hasta ahora no muy bien. Durante estos 9 años preparé gran cantidad de jóvenes en el cultivo y manejo de la higuera en San Andrés, pero no responden. Muchos me preguntaban "Y pa´ que hace esto, señora? Esto no sirve, no da plata". Yo he tratado de explicarles que es una buena posibilidad para el futuro, pero debo reconocer que no tuve mucho éxito. Más suerte tuve en la escuela agrotécnica de Las Cejas donde llegué una vez y ví una paila y una caldera; como no puedo con mi genio, decidí enseñarles a los chicos a hacer dulce.
Mire, Las Cejas es hoy un pueblo fantasma, cuya vista hace doler el alma. El tren dejó de pasar hace más de 20 años, y desde entonces el pueblo vive de la nada. Allí sobreviven el ex ferroviario, sus hijos y los nietos en terrenitos de 8 por 30 metros. Es injusto y angustiante. Logré que los chicos hicieran dulce de higo. Después me enteré que la ley federal de Educación indica que la comunidad debe participar en la educación, de modo que yo cumplo con la ley. El ministro de Educación visitó la escuela, quedó encantado con la idea, y ha prometido interesar a los mexicanos para que ayuden a poner una especie de fábrica en el lugar, ojalá no quede en promesa, ese pueblo merece salir adelante, y si mi granito de arena sirve para eso, me doy por bien servida.

¿Sus hijos la acompañan en esta "cruzada"?.
Ellos están espiritualmente conmigo, el día que tenga recursos, entonces van a venir (se ríe abiertamente). No, la verdad es que mi hijo es una gran ayuda, son 10 hectáreas que hay que mantener, y él siempre me ha ayudado económicamente y con su consejo profesional. No podría haber hecho esto sin ayuda, ni mi marido ni yo somos jubilados, nunca tuvimos dinero para pagar por fondos previsionales. Y tengo un nieto de 14 años, Enrique, que dice "voy a tener que estudiar para ingeniero agrónomo, porque la abuela quiere que le cuide las higueras".

¿A qué se dedican sus otras dos hijas?.
Elizabeth es profesora de Matemáticas, y Ana Gloria, farmacéutica.

¿Qué es para usted la vida?.
Trabajo, lucha, proyección. Si usted no tiene un Norte en la vida, no puede disfrutar de nada, si vive haciendo una cosa que no le inspira nada, no es feliz, y entonces ¿para qué vive? Nuestra obligación es ser felices, para eso nos trajo Dios a este mundo. Yo he vivido haciendo proyectos, concretando los que podía. Cuando tenía la farmacia -la tuve que cerrar hace algunos años por problemas de salud- compré 100 gallinas, las crié en el subsuelo de la farmacia, en un triángulo formado con una puerta y la pared. Coloqué un foco de alta potencia, y cuando las aves se hicieron grandes las envié al campo, a Virginia. Teníamos huevos por todos lados, llegamos a tener 15.000 gallinas, que conservo hasta el momento, pero cuya suerte se decide en los próximos días. Producen mucha gallinaza (excremento), entonces quiero "sembrar" lombrices, porque si logro absorber todo lo que las gallinas defecan, ya no habrá problemas de olor, ni moscas, ni nada. De no poder concretar esto hasta fin de año, me tendré que desprender de las aves, lo que sería una lástima.

¿Cuáles son sus reglas de vida?.
Hay que hacer cosas pero con continuidad.
Nada es fácil, pero los triunfos son únicos, hermosos, llenan de satisfacción. La lucha es mi filosofía de vida, la lucha por mejorar y dar, por tratar de que toda la gente que está cerca de uno, sea feliz; hay que transmitir buenas ondas, porque es terrible ver sufrir a la gente. Yo quiero lo mejor para mi provincia, que lleguen dólares, que los productores tengan la posibilidad de ganar dinero, porque el agricultor no guarda la plata, hace cosas para vivir mejor. Tengo mucha esperanza en mi producción, se que la economía mundial está en crisis, pero hay que seguir adelante con todas las fuerzas.
Tenemos que exportar al mundo. Si lográramos venderle sólo a EEUU, la producción de higos en nuestra provincia no alcanzaría.

Por Ernesto Cepeda,
de Producción


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