Revista Producción
PRODUCCION Agroindustrial del NOA




Historia de vida
El trabajo puede ser la mejor educación

*************** barra horizontal ***************
Don Samuel Valentín Bazán es un criollo que, a los 87 años, exhibe como documento personal de identidad, un rostro curtido por el sol, los vientos, y el trabajo. Nacido en el departamento Paclín, Catamarca, llegó a Tucumán cuando contaba 12 años, acompañando a los padres y a sus 9 hermanos. Por entonces el servicio militar se cumplía a los 20 años, edad en la que ya había perdido a sus padres, y..., pero dejemos que sea él mismo quien relate lo que fue de su vida.
"Recién como conscripto aprendí a leer, había hecho nada más que hasta segundo grado, y sabía dentro mío que eso era importante para llegar a ser alguien en la vida, ya por entonces había decidido salir de la pobreza. Al terminar el servicio, me fui a Villa Alberdi, porque allí estaba una de mis hermanas, que se había casado con un español. Era un buen hombre, trabajador, que tenía varias "zorras" tiradas por bueyes, eran vehículos parecidos a los sulkys, que llegaban a cargar hasta 4.000 kilos de caña, leña, lo que fuere. Mi cuñado me dio trabajo".

Entonces entró un poco como ganador, ya que era pariente del dueño...
Pare la mano, mi amigo. Mi cuñado era bueno, pero no zonzo, y allí fui un peón más, no tenía ningún privilegio, que por otra parte yo no buscaba. Dios me tiraba para ser algo en la vida, y aunque dificulto que haya habido un tipo que "croteara" tanto como yo, le puedo asegurar que la honradez fue siempre mi Norte, jamás me gustó lo ajeno, tampoco envidiar los triunfos de los amigos, y por sobre todo, me gustó juntarme sólo con gente guapa, nunca con los flojos. Debo haber tenido unos 28 años, cuando le dije al gallego "ya no voy a trabajar más con vos, te agradezco mucho lo que hiciste por mí, pero quiero tener lo mío". Yo había juntado moneda a moneda la cantidad necesaria para comprarle una "zorra", y aunque no le gustaba desprenderse de sus cosas, ante mi insistencia y con la plata a la vista, no me pudo decir que no. Ya dueño de la "zorra" me fui a Santa Ana, a la zona del ingenio. No le hacía asco a la pelada de caña, y aprovechaba los domingos para tirar el material, porque ese día nadie quería trabajar. Me levantaba al alba y tiraba hasta 3 vueltas, ahí sacaba ventaja. De esa manera conseguí hacerme un ranchito donde vivía junto a una de mis hermanas que había quedado viuda, su hijito y el menor de mis hermanos, el shulca.

¿Así comenzó a llegar el dinero?.
Sí, pero como llegaba se iba. A mí me decían "el turco negro", porque era mentado que me gustaba mucho la plata. Lo que sucedía era que yo debía velar no sólo por mi persona, sino por mi hermana, mi sobrino y mi hermano, que había tomado a cargo. Además me gustaba vestir bien... y también las mujeres, que me trajeron problemas.

¿Cómo fue eso?.
Yo no salía de joda, pero era muy mujeriego, y reconozco que tenía una mala costumbre: me ponía de novio, pedía a las chicas en su casa, y después no me casaba. Como en todo pueblo chico el infierno es grande, las viejas no tardaron en avivarse y me demandaron ante el administrador del ingenio, para el cual yo había comenzado a trabajar.
Como el tipo era mala leche y además sindicalista, que nunca me han gustado porque sólo saben de paros, me mandaba al muere. Bien llegaba me traían al escritorio, y el que anotaba me ponía al último y, en vez de tirar caña, me echaban al monte para tirar vigas, maderas enormes. Cuando llegaron una vez los dueños del ingenio, desde Buenos Aires, yo estaba suspendido, pero aproveché la inauguración del hospital de Santa Ana para hacerme presente. Entré con el lazo adonde estaban las mesas tendidas, y conseguí llegar hasta el dueño, a quien le dije que me habían suspendido por un mes. El administrador, que era un "buchón", dijo señalándome "hay muchas quejas de las madres, éste pide mujeres y después no se casa, las engaña".
-¿Y por eso está suspendido?, preguntó uno de los dueños, ¿Cómo es para el trabajo?. Guapo, donde se lo manda va, hace lo que se le dice, le contestaron. Pero no lo pueden suspender por eso, manifestó el dueño. Entonces yo le dije "¿sabe por qué estoy suspendido señor? Porque a este hombre (señalando al administrador), esas viejas alcahuetas le han traído regalos, por eso me quieren botar". Al día siguiente comencé a trabajar de nuevo. Claro que el sindicalista me odiaba, pero nunca más tuve problemas con él.

¿Hasta cuándo trabajó en el ingenio?.
Hasta el cierre. Fue entonces cuando nos fiaron unas tierras, que había que pagarlas año a año. Las tierras salían por sorteo, y a mí me correspondieron unas pocas hectáreas con alfalfa, que después convertí en caña, poniendo los surcos de a poquito. Tengo 3 hijos, dos varones y una chica, el mayor tiene 52 años, el otro 44, todos me salieron de ley, trabajaron junto a mí desde pequeños, lo siguen haciendo hasta el día de hoy, yugando hasta las noches de luna. Además, he comprado otro terreno para el lado del monte, creo que estoy hecho, no soy rico, pero tengo un buen pasar, y todo lo hice con estas manos que Dios me dio.

Finalmente se casó, ¿con quién?.
Mire, el secreto del éxito consiste también en saber pensar, cómo manejarse y encontrar una buena compañera, es fundamental, y yo la encontré. Mi señora es de La Cocha, Elisa Goytea, única mujer entre varios hermanos, y me costó mucho llegar hasta ella, con mi fama de mujeriego, pero lo logré. Ya cumplimos 53 años de casados, es 15 años más joven que yo, y sin ella no hubiera logrado lo que tengo, una verdadera familia.

¿A qué atribuye su éxito?.
La crianza es importante. Mi papá me enseñó a respetar. Hoy desde chiquitos chupan con el padre, lo retan y hasta le pegan. Está mal que yo lo diga, pero aquí en Santa Ana alaban la forma en que crié a mis 3 hijos. No me gustan los vagos, el amor al trabajo es lo que le inculqué a mis hijos, ellos saben que están trabajando por su suelo, todo lo que tengo es de ellos, y a las 5 de la mañana ya están en el galpón haciendo andar los tractores, que manejan ellos o alguno de mis 11 nietos, yo nunca aprendí a manejar ni bicicleta. A todos mis hijos les dí la oportunidad de estudiar, porque tengo un respeto tremendo por la educación que yo no alcancé a tener; prefirieron el trabajo bruto del campo y bueno, esa es su decisión, que respeto. Algunos de mis nietos vienen aquí a pasar sus vacaciones, y los hago levantar muy temprano para ir al cerco, trabajan como cualquiera de mis peones, les pago lo mismo que a ellos, así van a saber qué es lo que les espera si no estudian, la vida no es fácil.¤

  
Por Ernesto Cepeda,
de Producción


*************** barra horizontal ***************






Copyright © Revista Producción - InterNet Tucumán - Todos los Derechos Reservados



produccion
Revista Produccion - Producciones - Editorial - Contacto - NOA - tucuman - salta - santiago del estero - catamarca - jujuy