Revista Producción
PRODUCCION Agroindustrial del NOA




Historia de vida
Un sueño que se convirtió en vivero

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El vivero es un criadero de plantas seleccionadas, sobre las cuales se ejerce un estricto sistema de controles fitosanitarios destinados a convertir esos plantines, aún en potencia, en plantas sanas y vigorosas, cuyos frutos constituirán en las siguientes décadas, el pilar fundamental del éxito de una plantación.

Todo proceso implica un conjunto de fases sucesivas. Es la transición gradual y progresiva que se da en una realidad para modificarla y obtener un resultado.
Esto tiene plena aplicación en el plano agrícola y, fundamentalmente ya que es el tema que nos ocupa, en el del viverismo. El vivero es un criadero de plantas seleccionadas, sobre las cuales se ejerce un estricto sistema de controles fitosanitarios destinados a convertir esos plantines, aún en potencia, en plantas sanas y vigorosas, cuyos frutos constituirán en las siguientes décadas, el pilar fundamental del éxito de una plantación. Esto lo tiene claro desde hace 25 años José Luis Palacios, un viverista tucumano que no se dejó vencer por derrotas circunstanciales que jalonaron la actividad de sus sueños y que hoy relata con inocultable orgullo, la exitosa realidad de su emprendimiento, enclavado en la verde geografía de la Quebrada de Lules.

¿Qué fue lo que lo atrajo hacia el viverismo y, fundamentalmente, al citrus?.
Llegué a esto un poco por tradición, y otro tanto por... astrología (se ríe). Lo que sucede es que soy de Capricornio, como se sabe, uno de los signos de tierra, y creo que nací predestinado para ella; desde pequeño me tiró oler el suelo que producen los helechos, el perfume a naturaleza y humedad, ese aroma único que tiene nuestra selva tucumana. Y lo de tradición viene a cuento, porque mi padre es el ingeniero agrónomo Jorge Palacios, autor de "Citricultura Moderna" el primer libro que trató en Sudamérica y en nuestro idioma, el tema específico de la citricultura. Ese libro recorrió el mundo y, aunque no le proporcionó un solo peso a mi padre, lo hizo conocido y renombrado. Con esos antecedentes, no resulta extraño que, cuando con 18 años llegó el momento de ganarme la vida, optara por el citrus. Corría 1975, integré una sociedad con otro jovencito, resultó ser un dúo de ambiciones largas y concreciones pequeñas que, como suele suceder en estos casos, duró muy poco, antes del año nos dividíamos por mitades plantines y esperanzas.
El segundo emprendimiento se concretó poco después en Taficillo, localidad ubicada a pocos kilómetros de Tafí Viejo, con otro socio. Allí nos arrendaron un terreno, en el cual llegamos a tener unos 50.000 plantines, que regábamos con agua que sacábamos de una vertiente. La idea era criar esos plantines, injertarlos y, al cabo de un año, entregarlos. Pero como todo por entonces salía patas para arriba, surgió aquella temporada un grave problema: hubo una sequía espantosa, la vertiente se secó, y nos quedamos sin agua. Teníamos que ir en tractor con un tanque para extraer agua de un pozo que está enfrente de la escuela Nueva Esperanza, a mitad de camino entre Tafí Viejo y Taficillo. Aún así, no había líquido para todos nuestros plantines, sólo pudimos salvar 10.000, es decir apenas un 20%. Se vendieron esas plantas, la sociedad se disolvió, y con el dinero que tenía en las manos, compré estas tierras -era sólo una hectárea y media, ahora son seis-. Está ubicada en plena Quebrada de Lules, que como se sabe, comprende desde el río Lules por el sur, hasta un camino vecinal ubicado a unos 200 metros de nuestro vivero, donde se divide la quebrada, y comienza a llamarse Yerba Huasi.

Y entonces tomó forma lo del vivero...
Efectivamente. Era 1978, y emprendí la aventura del vivero, con asesoramiento de mi padre. La alegría no duró demasiado, porque en el 80 se registró una formidable crisis financiera con el citrus, ya que el limón en la campaña 1979/80 se pagó en fábrica a 30 dólares la Tn, cuando lo normal era por lo menos el doble. Aquello provocó la quiebra de muchos agricultores, yo entre ellos; de 130.000 plantas que tenía, vendí nada más que 20 mil.
Había que subsistir, no era cosa de ponerse a llorar, de modo que me dediqué a la venta de agroquímicos, tema que más o menos manejaba, y vendí (con todo el dolor del alma) el remanente de plantas como palitos, como estacas para tomate y pimiento que se hacía en esta zona. Poco después me dediqué también al cultivo de tomate, pimiento, chauchas, zapallitos y berenjena, y así estuve hasta el 82, en que termíné de convencerme de que con las hortalizas no pasaba nada, era como cambiar la plata, mucha inversión y el dinero se quedaba en los intermediarios.

¿Qué hizo entonces?.
Refloté el tema del vivero, porque el precio del limón puesto en fábrica comenzó a repuntar. Compré el primer año 5.000 plantas, al año siguiente otras tantas y así sucesivamente. Gracias a Dios, las plantas comenzaron a ser reconocidas y solicitadas por su genética y calidad, los productores comenzaron a buscarme para las nuevas plantaciones, tímidamente al principio, porque todavía duraba el terror que había sembrado la crisis del 80.
Por el año 85 llegó el precio del limón a 100 dólares la Tn y, acompañando aquel crecimiento del citrus, también el vivero fue creciendo, despacio pero seguro. Dejé de hacer vivero a campo, para hacerlo dentro de invernadero, en macetas, envasados, como se hacía en los países más adelantados en el tema (EEUU, España, Chile, Sudáfrica). El plantín se traspasa del almácigo directamente a una maceta, donde conforma el 100% de su sistema radicular, y no se lo toca hasta el trasplante, o sea que no se quiebra ninguna raíz hasta el momento de su plantación definitiva.
Para 1990 ya teníamos la totalidad de las plantas "envasadas", y esta situación se ha mantenido hasta la actualidad, en que tenemos un 80% del cupo del vivero destinado a plantas de limón, 15% para palta, y el 5% restante para mango, níspero, chirimoya y frutas tropicales. Abastecemos plantaciones que se están instalando en todo el NOA, Salta, Jujuy, La Rioja y Santiago del Estero además de Tucumán.

¿Cómo se trabaja en estos invernaderos?.
Los elementos principales -fuera de obviamente los plantines- son humedad y temperatura: Parte de los invernaderos está calefaccionado (para plantas tropicales) y el resto sin esa calefacción pero herméticos, para ganar brotación en el invierno, prácticamente se injerta todo el año, con lo cual se consigue mantener savia en la planta durante los 12 meses.

¿Cuándo incorporó la palta?.
No hay mal que por bien no venga. Después de aquel desastroso año 80, me ví en la imperiosa necesidad de ver qué otro cultivo consumiría la cantidad suficiente de plantas para que el vivero pudiese subsistir. Hice giras dentro del país y por Chile, con el objeto de determinar qué cultivo tenía futuro dentro de nuestro NOA.

¿Lo consiguió?.
Sí, ya por 1982 se perfilaba el tema de la palta y, en menor medida, del mango. Ni lerdo ni perezoso, comencé a proveerme de plantas de palta y mango, cuyo cultivo es más dificultoso que el del citrus, tienen más problemas, ya que el injerto es mucho más delicado, hay que cuidarlas sobremanera en invierno y, como si eso fuera poco, existen trabas en el tema semillas.
En 1985 comencé a hacer las primeras experiencias con plantas de palta, matizadas con viajes a Chile, donde están muy adelantados en el tema, tuve que aprender desde cero. Con intermitencia de buenas y malas, comencé a tomarle la mano, y hoy puedo decir que me siento orgulloso de la actual dotación de plantas de palta. En cuanto a las frutas tropicales son muy delicadas, necesitan clima y condiciones agroecológicas especiales, una zona libre de heladas, y suelo suficientemente permeable para que no haya acumulación de agua. Hay pocas tierras en el norte que cumplen con esas características, en Tucumán sólo la zona pedemontana. Lo que sucede, es que mucha de la zona destinada a caña ha sufrido erosión durante demasiados años; en muchos casos no se la trabajó bien, a conciencia, al punto que se cultivaba caña en los meses de noviembre y aún diciembre, con las lluvias torrenciales que caracterizan a nuestro clima durante esa época. Las lluvias "lavaban" miles y miles de metros cúbicos de tierra, removidos por los cultivos, luego de lo cual no extraña que esas zonas no se presten para el cultivo de palta ni frutas tropicales, porque la porción de suelo que contiene materia orgánica, está lavado por el mal laboreo.

¿Cómo ve la realidad de nuestro campo?.
Está muy debajo de lo deseado, con un horizonte muy oscuro. Afortunadamente dentro de la profunda crisis que nos agobia, algunas "estrellas" exhiben luz propia. Una de ellas es el citrus, que ocupa un lugar de privilegio en el plano nacional gracias al esfuerzo privado; otra es la palta, que asoma con fuerza en el firmamento, y a la que todavía no se le concede toda la importancia que se ha ganado por méritos propios.

¿Cuáles son los planes para el futuro?.
Siempre hay intención de expandirse. Además los viveristas, como todos los factores del agro, tenemos la obligación de tecnificarnos e investigar, en nuestro caso, para producir nuevas plantas, cada vez mejores, que cumplan sobradamente como hasta ahora con las exigencias de un mercado internacional que es también, cada vez más duro.

Por Ernesto Cepeda,
de Producción


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