Revista Producción
PRODUCCION Agroindustrial del NOA




Ingenio Santa Ana
Ingenio Santa Ana - Mitos, Política y Azúcar

*************** barra horizontal ***************
Eduardo Rosenzvaig es historiador, profesor de la Facultad de Artes en la Universidad Nacional de Tucumán y director del Instituto de Cultura Popular. Creador asimismo de "La Cepa, Arqueología de la cultura azucarera", una singular enciclopedia que reúne -hasta ahora- en 3 tomos de 1.200 artículos inéditos cada uno, elementos de geografía, antropología, historia, folklore y sociología del mundo del azúcar.

La obra de Rosenzvaig fue declarada el año anterior de interés nacional, a través de un proyecto luego concretado en ley, presentado por la entonces diputada nacional, y actual secretaria de Ciencia y Técnica de la Nación, Adriana Puigrós, y que fuera avalado por todos los diputados tucumanos en el Congreso Nacional. Pero Rosenzvaig es fundamentalmente escritor, y en una entrevista sin desperdicios, conseguimos que recreara sintéticamente para PRODUCCION la historia del Ingenio Santa Ana, ubicado cerca de 100 kilómetros al sudoeste de la capital tucumana, considerado en su momento la segunda fábrica azucarera más grande de América Latina, y que sirviera de argumento para una de sus novelas: "El sexo del azúcar".

¿Por qué el Santa Ana atrajo su investigación?.
Porque es una historia apasionante. Como la del creador del ingenio, el francés Clodomiro Hileret, un hombre delirante en sus excesos y genial para los negocios.
Cuando hace algunos años llegué junto a mis alumnos a los solitarios restos del ingenio, observé una espesa capa de polvo y ceniza que dominaba el ambiente. La formaban papelitos quemados, sólo uno más de los numerosos rastros del paso de linyeras por el lugar; pero al levantar algunos, grande fue mi sorpresa al comprobar que se trataba nada más ni nada menos que de restos de los archivos del antiguo ingenio. En ese mismo momento me juré a mi mismo desentrañar aquella historia, entroncada con la de la industria azucarera en Tucumán.

¿Cuándo comienza esa historia?.
En 1876, cuando llegó el ferrocarril a esta provincia. Con él vino Hileret, un joven francés que soñaba -como la inmensa mayoría de los inmigrantes- con "hacer la América". Se conchaba en el ferrocarril y, en muy corto tiempo, un poco por su extrovertida personalidad, otro tanto gracias a la necesidad de ilustración con instructores europeos que tenía un sector de la sociedad tucumana, anuda fuertes lazos sociales y comerciales. Los mismos que le permiten poco tiempo después, transformarse en propietario del ingenio Lules, instaurando el mito del "familiar".

Disculpe que interrumpa su relato, pero ¿cuál ese mito?.
Se trata de un presunto acuerdo entre el dueño del ingenio y el diablo, por el cual aquel debía entregar como condición para que el ingenio funcionase bien, un peón por zafra. Quien salía a buscar ese peón era el familiar, un enorme perro negro de brillantes ojos rojos que arrastraba una larga cadena. Yo conversé con gente que asegura haber visto al familiar. Lo curioso es que el mito señala que los peones elegidos eran siempre los más rebeldes, los más contestadores, aquellos que, al ser encontrados por el demoníaco can, desaparecían para siempre. Se me antoja pensar entonces, ¿no habrán sido aquellos los primeros desaparecidos de la Argentina?.

Por favor, retomemos la narración
Aquel primer éxito en Lules fue nada más que el comienzo. El francés emprende luego la construcción de un gran ingenio, que habría de constituirse en verdadera obra de arte en medio de la selva; monta allí una gigantesca estructura de vidrio y acero, con una chimenea tan alta -se decía- como la torre de Pisa. Erige en el lugar una casa palaciega que, unida a la fábrica y casa del administador, forma un triángulo perfecto. El ingenio se transforma rápidamente en el más poderoso de la Argentina, equipado con la mejor tecnología de la época. Hasta la planta fabril comienzan a llegar ostentosos trenes conduciendo a ministros, diputados, senadores e intelectuales, fundamentalmente de Buenos Aires. Fue aquella realmente una "belle epoque", sustentada por el magnífico precio del azúcar y una producción como no se había visto antes, que con-vierte a la azucarera en una de las principales industrias pesadas del país durante la última década del siglo XIX. Y hablo de industria pesada, porque era la que más fuerza motriz instalada tenía, la que mayor cantidad de brazos reunia, la de mayor concentración de capitales, como que en 33 ingenios había tantos o más capitales que los que distinguían a los numerosos frigoríficos o talleres de calzado de aquel tiempo. El francés trae para dibujar su sueño a un compatriota arquitecto, especialista en paisajes. Su nombre es Thais, el mismo que diseñara el Jardín Botánico de Buenos Aires. Incorpora plantas exóticas, entre ellas una que aún perdura y provoca en los lugareños explicable temor: semeja un muñón negro, sin hojas, con una especie de globo verde oscuro en la punta, monstruo vegetal al que ningún botánico local pudo catalogar. Varias glorietas bordeando un lago artificial, en el que los caros invitados podían realizar paseos en botes, mientras sus oídos eran arrullados por el canto de pájaros ignotos, traídos de diferentes partes del mundo, completan el increíble paisaje.
Se habló siempre de la existencia de túneles secretos en el ingenio...
En efecto. Pasadizos que unían la casa principal, la del administrador y la fábrica.Tuve ocasión de ver en lo que quedaba de la casa del administrador, que alguna vez fue también escuela agrotécnica, una entrada simulada en el escritorio. Algunos ancianos de la zona con quienes hablé y que sostienen tuvieron ocasión de entrar a esos túneles luego del cierre del ingenio, aseguran que convergían en una habitación abovedada en el subsuelo, lugar que habría servido de estancia al inefable "familiar", así llamado por su parentesco con el diablo. Eran el ingenio y sus satélites construcciones fabulosas, sobre todo desde el punto de vista de la provisión de agua, un trabajo perfecto de ingeniería, con diques construídos en plena montaña que abastecían del líquido elemento al ingenio y toda aquella población industrial; tómese en cuenta que se habla de unos 1.500 trabajadores que, en alguna oportunidad posterior - la década del 50 -llegaron a 5.000. El ingenio de Santa Ana comienza a decidir la política azucarera nacional junto a Ernesto Torquinst, dueño del banco del mismo nombre y según se decía, mano derecha de Roca y propietario además de una compañía azucarera conformada por 5 ingenios.

Todo iba entonces viento en popa
No tan así, porque Hileret muere aún joven, en alta mar, cuando viajaba a París. Finaliza así la vida de un polémico personaje, ostentoso hasta la exageración, minucioso al extremo de ordenar a sus obreros que tuvieran permanentemente trozos de estopa en sus manos para que, cada vez que pasaran entre ellas, mantuviesen lustradas las barandas de bronce del ingenio. Muere el creador de una obra que puede considerarse como episodio artístico de la revolución industrial. Deja 3 hijos, uno de ellos famoso en la literatura oral de la zona, porque invitaba a la manera de su padre, a amigos que llegaban en tren hasta la fastuosa mansión, y parece ser que en alguna oportunidad uno de esos invitados comentó que en el lugar había demasiado polvo. Para el próximo viaje de aquel molesto crítico, hizo rociar la calle de tierra que unía a la estación con el casco del ingenio, con champagne francés. Los tres hijos de Hileret, entre ellos la mayor, María Luisa, que poseía una estancia en la región conocida como La Invernada, centran gradualmente sus intereses en Europa, sobre todo en Francia, y al tiempo que adquieren propiedades en el viejo continente, pierden vigencia política y social en el país, coincidiendo el declive comercial con la fuerte oposición de los otros grupos azucareros. En 1930 el Banco Nación, principal acreedor del ingenio, pide la quiebra del Santa Ana y, decretada ésta, al no surgir en el remate ningún comprador, queda la entidad bancaria en la administración. Fue muy buen administrador, sobre todo a través de la gestión del ingeniero José Padilla, que había sido ministro de Agricultura de la Nación, hermano de Ernesto. Entra así el ingenio en una etapa de racionalidad, que habría de ser interrumpida durante la década peronista cuando, por ser el más importante ingenio estatal (el otro era Esperanza), sobredimensiona por presión sindical y política la cantidad de operarios, llegando a tener los 5.000 ya mencionados, un verdadero absurdo empresarial. Cabe destacar a todo esto que, antes del remate, un misterioso incendio atribuído por algunos a un cortocircuito, por otros al accionar de anarquistas, golpea de muerte a la vieja casona.

¿Cuándo se produce el deceso definitivo?.
En 1966, cuando Onganía por decreto cierra varios ingenios, entre ellos el Santa Ana. Ello provoca un enorme deterioro social y económico de la zona, que se prolonga hasta nuestros días. Pero faltaba el golpe de gracia para esta castigada región: la paranoia militar instaurada en 1976, con argumentos de una presunta actividad subversiva en la zona, decide dinamitar la chimenea del viejo ingenio, un verdadero crimen arquitectónico. Llegan expertos en explosivos y, una vez instalada la carga de trotyl, se invita a medios informativos a presenciar la increíble escena. Se produce la explosión, y la sorpresa gana a los presentes: aquella chimenea contaba con dos anillos de acero, uno exterior, interior el otro, de modo que el estallido dejó un boquete inmenso en la chimenea que, sin embargo, no cayó. Un nuevo mito se agregaba en ese instante al del "familiar": aquella chimenea que ostentaba todavía en su parte superior la palabra "Evita", no había querido que la viesen caer. Horas más tarde, retiradas ya las cámaras de televisión y los hombres de prensa, se desplomó finalmente y murió en silencio, con dignidad y a solas.

Por Ernesto Cepeda,
de Producción


*************** barra horizontal ***************






Copyright © Revista Producción - InterNet Tucumán - Todos los Derechos Reservados



produccion
Revista Produccion - Producciones - Editorial - Contacto - NOA - tucuman - salta - santiago del estero - catamarca - jujuy