Revista Producción
PRODUCCION Agroindustrial del NOA


EL DESAFIO DE COMPETIR


La productividad de la economía argentina creció notablemente en los últimos años, aunque todavía, en muchas actividades, se está lejos de los patrones internacionales. Al mismo tiempo, la desocupación se instaló en la sociedad como para quedarse por un largo tiempo. El aumento de actividad, aparte, no consigue crear más empleo en forma rápida. El desafío es mayor. Bernardo Kosacoff, responsable del área Industria de la CEPAL y profesor de la universidades de Quilmes y Buenos Aires, adelanta algunos caminos posibles para la Argentina. Una dirección --un verdadero salto-- es pasar a las cadenas de mayor valor agregado. De los productos estandarizados a los diferenciados mejorando, en el proceso, la capacidad productiva.


En el debate sobre el desarrollo económico de la Argentina gana fuerza la necesidad de resolver dos problemas simultáneamente. Primero, incrementar la "productividad" de la economía. Hay consenso hoy de que se han hecho avances en relación a nuestro pasado reciente, pero con situaciones disímiles a nivel sectorial y empresarial y con certeza que aún estamos muy lejos de las mejores prácticas internacionales. En consecuencia, el proceso de reestructuración en muchas áreas de la producción está incompleto y, profundizarlo, significará ir hacia una menor utilización de mano de obra por unidad de producto. Acá aparece el segundo problema: crear puestos de trabajo para disminuir el nivel de desocupación.
Los rasgos de nuestra estructura productiva dictan que los aumentos del nivel de actividad tienen una muy escasa capacidad de mejorar la situación del mercado de trabajo. Se estima que es necesario un incremento de 4 puntos en la producción para incrementar 1 punto el nivel de empleo. Una mejora en el desempeño de nuestras exportaciones --especializadas en insumos industriales, bienes agropecuarios, energéticos y otros recursos naturales--, tiene escaso impacto sobre el empleo. Fenómeno similar surge en muchos de los proyectos de inversión en evaluación.
Este tipo de problema nos plantea una reflexión acerca de los rasgos estructurales que caracterizan a nuestra producción de bienes y servicios. Es necesario alcanzar un notable incremento de la productividad que permita defender los mercados internos --que constituyen el caldo de cultivo fundamental para fortalecer las capacidades tecnológicas-- y que dinamite las exportaciones, generando una participación activa y no pasiva en el proceso de globalización. Ser competitivo significa, también, desarrollar sistemas de organización productiva que empleen plenamente los recursos disponibles, con salarios crecientes, porque el objetivo es mejorar el bienestar de todos los habitantes.
En el escenario internacional se comprueba que quienes han logrado un mejor desempeño lo han hecho a través del esfuerzo sistemático, y aquellos que tienen más éxito son los que basan sus producciones en el uso intensivo del conocimiento, en la incorporación permanente del progreso técnico y en la calificación creciente de sus recursos humanos. Ninguna de esas experiencias exitosas es repetible mecánicamente para la Argentina (cada sociedad tiene su historia, sus valores culturales y sus pautas para definir su proyecto nacional) pero su adecuada interpretación es de suma utilidad. En particular, es necesario evaluar los modelos de organización de la producción.
Dependiendo de los rasgos cualitativos que caractericen a cada modelo de organización de la producción, se tendrán efectos muy distintos como resultado de incrementos en la productividad. Por ejemplo, no es lo mismo producir más bienes por persona ocupada ensamblando productos, que desarrollar capacidades a partir de inversiones que modifiquen la estructura productiva de las firmas, renovando las maquinarias y equipos, difundiendo cambios organizacionales, incentivando los mecanismos de cooperación empresarial y fortaleciendo las cadenas de valor agregado, con encadenamientos de proveedores locales y el uso intensivo de mano de obra calificada.
Hoy todos acuerdan en sostener la disciplina fiscal, la menor injerencia del Estado en las actividades económicas y la apertura externa como orientaciones centrales del "nuevo modelo económico". Sin embargo se considera que las mismas constituyen condiciones necesarias, pero no suficientes para alcanzar un proceso sustentable de crecimiento y para conformar un nuevo patrón de especialización productiva.
La Argentina es un país de desarrollo intermedio con posibilidades de avanzar. Una avenida clara de avance es fortalecer las capacidades productivas que permitan pasar de los productos estandarizados a los productos diferenciados y altamente especializados; de los productos con bajo valor agregado a los productos con alto valor agregado. ¿Con qué contamos? La disponibilidad de recursos naturales --incluyendo los energéticos-- y de insumos básicos industriales --siderúrgicos, petroquímicos, aluminio, papel, etcétera-- ha aumentado significativamente en los últimos veinte años, con notables niveles de calidad. Existe todavía un stock de recursos humanos calificados relativamente importantes. Asimismo, la Argentina posee en su haber más de un siglo de industrialización (con deficiencias a nivel microeconómico en términos de tamaño de plantas y escasas economías de especialización) que a pesar de todos sus problemas fue generando simultáneamente con la producción de bienes industriales una gran cantidad de capacidades tecnológicas, que constituyen un punto de partida que pocas sociedades pueden exhibir. En este sentido, se debe señalar que cuando hay enfermedades, la mejor forma de erradicarlas no consiste en matar al enfermo, sino en tratar de curarlo.
Es a partir de estas condiciones que se tiene por delante el desafío de pasar a las cadenas de mayor valor agregado: por ejemplo, el trigo a la galletita diferenciada. Avanzar en esta dirección brindará la posibilidad de fortalecer la capacidad productiva ampliando la extensión de los mercados. De este modo, se podrá modernizar la producción y, al mismo tiempo, generar nuevos puestos de trabajo que, sin lugar a dudas, requieren de fuertes inversiones en capacitación de los recursos humanos.
Una estrategia competitiva en esta dirección requiere de simultáneos avances en diversas áreas, entre las cuales no deben estar ajenos: el incentivo a la formación de redes entre las empresas; el aprovechamiento integral de los recursos naturales; la reingeniería de las distintas instituciones del sector público y del ámbito de la sociedad civil; la articulación del sistema financiero con el proceso de mejoras de competitividad; el mejoramiento de la gestión de calidad y el privilegiado apoyo al fortalecimiento de las capacidades empresariales de las pymes.

por Bernardo Kosacoff
Fuente: Clarín Económico 8/12/96









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