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Cuando las hojas del duraznillo caen, es hora de mover el ganado. Esa es una de las condiciones para prevenir el enteque, una de las enfermedades más difíciles de combatir, que afecta a la ganadería sobre todo de diciembre a marzo. "Somos optimistas en esta campaña, porque las lluvias de este verano disminuyen la caída de las hojas", explicó Daniel Coria, técnico del INTA de Cuenca del Salado, Buenos Aires. Una buena oferta forrajera disminuye la amenaza de esta planta. El principio tóxico de las hojas del duraznillo es la pro vitamina D, antecesora de la vitamina D, que provoca la acumulación de calcio en la sangre. Cuando los animales comen estas hojas caídas, no pueden normalizar la concentración de calcio en su sangre y este elemento se instala en las articulaciones, lo que provoca un dolor parecido al de la artrosis. En los casos más avanzados, se acumula calcio en el corazón, hígado, pulmones y en las arterias. El síntoma más común es la ‘pica’, la degeneración del gusto: el animal se lleva piedras, palos y madera a la boca; presenta dificultades para moverse y está echado más tiempo de lo normal. Si se sigue alimentando con las hojas caídas de duraznillo, se le curva la columna vertebral y presenta una pérdida de peso muy severa, deja de alimentarse y muere por inanición. Las alteraciones en el cuerpo del animal son irreversibles; aunque el enteque se detecte a tiempo, es una enfermedad que no se cura. "Por eso es importante hacer un control permanente de la pastura", indicó Coria. "Debe tratarse de controlar la presencia de duraznillo en los potreros a través de la aplicación de herbicidas, es muy difícil poder destruirlo con herramientas debido a que están presentes en campos bajos anegadizos". Según el técnico del INTA Venado Tuerto, una vez que comienzan los procesos de calcificación de grandes vasos sanguíneos, pulmones y corazón, no hay nada más que hacer.

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