
En Tucumán quedan pocos campos para cosechar. Los rindes oscilan entre los 1.500 kg/ha y los 3.500 kg/ha, muy irregulares, como resultado de los fuertes calores entre enero y febrero. Los maíces estuvieron mejor este año, pero ya trabajan para 2026. En pleno desarrollo de la actual campaña de granos gruesos en Tucumán y zonas de influencia, Revista Producción Agroindustrial del NOA dialogó con Roberto Palomo, productor agropecuario de La Ramada de Abajo (departamento Burruyacu, Tucumán). Durante el diálogo también evaluó qué puede pasar en 2026.

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¿Cómo evoluciona el cultivo de soja en esta campaña de granos? Estimo que tenemos un avance en la cosecha de entre un 90% y un 95%, en Tucumán y esta zona de influencia. Los rendimientos son muy variables, extremadamente variables tanto por el fuerte calor de este verano como por la falta de lluvias en los momentos que necesitábamos más agua. Entre los cambios de fecha de siembra y los ciclos, hay cultivos que sufrieron mucho, mientras que otros lograron zafar de esta crisis. Esos rindes oscilaron entre los 1.500 kg/ha y los 3.500 kg/ha, que muestra una variabilidad muy alta y nos permite decir que fue un año muy desparejo. Es que empezamos con un volumen de lluvia inusitado en octubre pasado, permitiendo que los perfiles hídricos se cargaron muy bien lo que facilitó la realización de siembras tempranas. Pero luego tuvimos fuertes calores en enero y febrero de este año, y ahí esas siembras tempranas perdieron mucho cuando estaban en proceso reproductivo. Sin embargo, lograron salvarse las siembras que se hicieron entre noviembre y principios de enero. Esto muestra que, efectivamente, fue un año muy heterogéneo. En contrapartida, los campos ubicados más hacia el pedemonte estuvieron más flojos que los del Este tucumano; fue todo al revés de lo que sucede por lo general. Es que en el Este tuvimos zonas donde llovió más que en el Oeste. En conclusión, fue una campaña muy heterogénea, tanto por las lluvias como por las fechas de siembra, las zonas productivas y las variedades sembradas. Fue un año agrícola excesivamente desparejo en todos los aspectos. ¿Y cómo quedan los sojeros para la próxima campaña? Muchos productores quedaron muy desbalanceados, en general, porque a la sequía de 2023 le siguió el grave impacto que en la zona tuvo la plaga de “chicharrita” del maíz (científicamente conocida como Dalbulus maidis, es un insecto pequeño de entre 3 mm y 4 mm, que se alimenta de la savia de las plantas de maíz y transmite la enfermedad denominada “achaparramiento del maíz”). En estos momentos los precios internacionales están bajos, y esto se potencia en contra, para nosotros, por el impacto de los Derechos de Exportación (Retenciones). Si los precios históricos estuvieran cerca de los valores medios estaríamos muchos mejor, pero, insisto, las Retenciones nos terminan de aplastar. Nosotros, los del Norte argentino, sólo podemos sobrevivir con precios máximos o muy altos.
¿En qué contexto se desarrolla la campaña 2025 de maíz? Es prematuro evaluar cómo venimos con los rendimientos, pero estamos mejor que en 2024. Tuvimos buenas heladas el año pasado, que ayudaron a que se redujera casi por completo la presión que teníamos de “chicharrita” en aquel momento. Es que dio resultado positivo la campaña ‘Salvemos al Maíz’ y las prácticas culturales que recomendaron implementar los especialistas: control permanente del “maíz guacho” o voluntario, adelantamiento de fechas de siembra en los meses más apropiados, monitoreo constante de la población del insecto vector y elegir los híbridos menos susceptibles. Este conjunto de medidas fue muy favorable en la lucha contra esa enfermedad.
¿Qué hay que esperar en los próximos meses? Ahora, veremos que nos depara este invierno 2025; anoche tuvimos la primera helada de este invierno (por la helada agronómica que se registró entre el martes 27 y el miércoles 28 de mayo pasado). En estos momentos los maíces están terminados, pero tenemos una fuerte presión de “chicharrita”. Esperemos que este invierno y sus heladas nos ayuden a controlar este insecto para el próximo año. Veremos cómo sus efectos se trasladan para 2026. Según cómo sea este comportamiento climático se definirán la compra de semillas de maíz y el área a sembrar. Cabe aclarar que, después de 2024, la mayoría de los productores habíamos reducido nuestras áreas sembradas con maíz, lo que significa un menor índice de rotación con soja y todo lo que eso impacta en la calidad del suelo. (La “rotación” ofrece numerosos beneficios tanto para los agricultores como para el medio ambiente) Según cuál sea el balance final de este invierno, podremos evaluar que pasará en 2026: si tendremos más o menos hectáreas maiceras.


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